Nuestra nación se erigió sobre el pedestal glorioso de la sangre de hombres viriles, desinteresados, consagrados y nobles. De un Duarte que dio vida, propiedades y honor por la causa; de un Sánchez que se honró y nos honró con ese “yo soy la bandera nacional”; que soportó erguido, herido de muerte, la descarga de los infames fusiles traidores; de la gloriosa espada de Duvergé y Luperón y de la sangre heroica, generosamente derramada por las Mirabal, Estrella Sadhala, Amado García, Manolo, Fernández Domínguez, Caamaño y tantos otros héroes que se ha tragado el silencio y la desidia, la apatía y la pereza…
Corromperse y entregarse, ceder y capitular, rendirse, someterse, perder el aliento ante la visión de un adversario formidable no es a lo que estamos llamados… no es al desanimo y al desaliento a lo que estamos llamados…es a la no negociación sobre los principios, es a la posición digna, noble, impertérrita, firme, viril, estoica, es a vencer o a morir intentándolo, es a morir de pie antes que vivir de rodillas…
Aun quedan algunos dispuestos a esa lucha, pero no deja de entristecernos profundamente cada vez que perdemos alguno…
Las palabras proféticas de Prud’Homme resuenan estridentemente en nuestros oídos y nos desconciertan…
…Si la llama que inspira la entrega heroica y desinteresada por la patria no crece en nuestros pechos, pronto seremos indignos de la libertad…